Teresa de Jesús, narradora de sí misma, mujer de deseos

TERESA DE JESÚS NARRADORA:

De sí misma, MUJER DE DESEOS, huella de Dios/a en ella

Por Nancy Olaya Monsalve


Es un tema apasionante y profundo. Introducirse en él sin un foco sería como zambullirse en un gran océano con el peligro de perderse. Por ello, al igual que en el anterior trabajo, quiero abordarlo desde una clave de lectura, me fue fácil encontrarla. Desde muy joven tengo la certeza de que mis deseos más profundos y auténticos son los deseos de Dios/a sobre mí, sin ninguna duda puedo decir que comparto con Teresa de Jesús, esta intuición, que además tiene una profunda veta bíblica como se señalará con algunos ejemplos.


Estamos ante un campo semántico típico en la Santa. En sus escritos aparece este sustantivo 484 veces, además de las 575 conjugaciones del verbo desear y las 9 adjetivaciones[1]. ¿Por qué traigo este tecnicismo? Pienso que bien se puede enfocar la antropología teresiana desde este campo y sobre todo, ponerlo en dialogo con algunos elementos antropológicos actuales. Eso es lo que voy a hacer en esta reflexión. ¡Ojalá no me pierda en este mar!!!


El ser humano es, entre otras cosas, un nudo de aspiraciones, ansias, sed, anhelos y/o deseos. Esta pulsión es intrínseca a su esencia y lo hunde en una permanente sensación de que hay algo más, que aún no está acabada/o y que su destino es una especie de necesidad radical de Algo o Alguien que le permita alcanzar la plenitud. Es lo que experimentó Teresa: “¡Para siempre, siempre, siempre! En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad” (V 1,4). Creo que las niñas y los niños son los mejores testigos de esta presencia connatural y positiva del deseo: “¡Dios, Dios!!!” repetía yo en mi niñez con mis hermanas y hermanos; recuerdo que nos embargaba un sentimiento profundo de respeto, admiración, afecto y reverencia por una realidad que presentíamos y que al mismo tiempo deseábamos. Ella lo dice de esta manera: “Parecíame compraban muy barato el ir a gozar de Dios y deseaba yo mucho morir así… gozar tan en breve de los grandes bienes que leía haber en el cielo…” (V 1,4).


Como dinamismo humano, el deseo puede mover hacia adelante, pero también puede bloquear, dependerá hacía donde se dirija la mirada: “Fatígame ahora ver y pensar en que estuvo el no haber estado entera en los buenos deseos” (V 1,7). ¿Hacia dónde miraba Teresa? ¿Qué o Quienes constelaban sus intereses, inclinaciones y/o deseos? “Comencé a entender las gracias de naturaleza que el Señor me había dado, que según decían eran muchas, cuando por ellas le había de dar gracias, de todas me comencé a ayudar para ofenderle” (V 1,8). Recordemos que escribe desde su madurez espiritual, sin embargo es innegable que participa de una antropología dualista y machista, es decir, que separa y estigmatiza con signo negativo todo lo relacionado al cuerpo y psiquismo de las mujeres. Sin embargo, en su viaje espiritual encontró la forma de resituar estas fuerzas y realizar en su humanidad, cuerpo y deseos, la semejanza de Dios: Traía un desasosiego, que en ocho días -y aun creo menos- estaba muy más contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque en esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviese, y así era muy querida... Aun con todo esto no me dejaba el demonio de tentar... presto se acabó, y comenzó mi alma a tornarse a acostumbrar en el bien de mi primera edad y vi la gran merced que hace Dios a quien pone en compañía de buenos” (V 2,8). Encontramos un rasgo corporal-relacional en la antropología teresiana. El anhelo y el deseo hacen que la persona siga adelante, siga buscando y encuentre en el camino, otras personas, otras mujeres de deseos, buscadoras y testigas entusiasmadas de lo que tanto ansiaban.


En el trabajo anterior señalé que Teresa de Jesús desde su narrativa y magisterio, reivindica todo el ser femenino en su propia persona, en la de sus hermanas y por ende en todas nosotras; después de leer los textos que nos ocupan, percibo en esta mujer una creciente apropiación de su corporeidad como lugar desde el cual expresa su interioridad. Su autobiografía es memoria viva no sólo de su alma, sino de su cuerpo, espacio de vida y muerte, de frustración y posibilidad, pecado y gracia: “Es tan grande la gloria y descanso del alma, que muy conocidamente aquel gozo y deleite participa de él el cuerpo; y esto muy conocidamente” (V 13,14). Experimenta que su cuerpo o materia humana, está abierta a lo síquico y espiritual y de alguna manera, se sustrae de la antropología vigente y se narra holísticamente. Teresa de Jesús recupera su cuerpo como lugar soteriológico, en él se hacen historia sus anhelos y deseos más íntimos, pero además, en él se manifiesta el Reino, la Gracia: “Y algunas (veces el arrobamiento me llevaba) todo el cuerpo, hasta levantarle... no parece se contenta (Dios) con llevarle tan de veras el alma a Sí, sino que quiere el cuerpo” (V 20, 4.7). La narración de su cuerpo es otra línea de la antropología teresiana muy importante y la coloca en afinidad con las antropologías actuales, especialmente las de enfoque de género y las feministas, pero sobre todo con la antropología unitaria típica de la biblia. En los evangelios, por ejemplo, Jesús entra en relación con el ser humano explícita y visiblemente a través de los cuerpos.


De acuerdo con lo anterior, admito que todo el dinamismo en la persona tiene una base corporal a manera de precondición[2]. Para Teresa tanto el cuerpo como la psiquis son lugares teológicos: “Me acuerdo las buenas inclinaciones que el Señor me había dado y cuán mal supe aprovechar de ellas” (V 1,3). Dios actúa a través del cuerpo, las inclinaciones o los deseos, sin destruir la naturaleza humana: “Como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vida y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió” (Gn 3,6). ¿Cómo interpretar este texto desde la perspectiva teresiana? ¿Dios tiene celos de la mujer? Es el mismo deseo de Teresa, ella como Eva es MUJER DESEOSA de inteligencia y de conocimiento[3] para comprender lo que vive y para poder narrar-se. Bien se puede distinguir en su autobiografía el camino de discernimiento de sus deseos como lenguaje del espíritu: “Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos” (V 13,2); “El demonio hace mucho daño… con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos” (V 13,4) ¡Sobre todo si somos mujeres!!! Teresa aprende a entablar un diálogo con estas fuerzas elementales y primordiales, descubre en ellas claves esenciales para conocerse y auto-determinarse. Sus deseos e inclinaciones la colocan en contacto con sus posibilidades y lo más importante, le permiten acceder a su alma: “Bien veo yo que en el servir a Dios no he comenzado -aunque en hacerme Su Majestad mercedes es como a muchos buenos- y que estoy hecha una imperfección, si no es en los deseos y en amar, que en esto bien veo me ha favorecido el Señor para que le pueda en algo servir” (V 30,17).


Los deseos le ayudan a descubrir que es ser persona, que es SER MUJER HUMANA. En efecto, ¿cómo es posible conocer nuestro destino sin haber averiguado antes de qué somos capaces? “No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza (1M 1,1). Teresa siente la necesidad de liberar su verdadera naturaleza. Se aparta del camino de tantas mujeres que no ven o no comprenden o no perciben sus deseos interiores o, viéndolos y comprendiéndolos, sus acciones no concuerdan con ellos. Claro está, esta actitud, esta postura existencial es la consecuencia de unas pautas de crianza en las cuales se le impone a la chica un abanico reducido de deseos “permitidos”. Le darán muñecas, cocinitas, recibirá más mimos, se le exige que no ensucie sus vestidos… y si pide un balón o un juego de construcción, le convencerán de que “prefiera” otra cosa. Somos muchas y muchos los que pensamos que Teresa elige el convento para desafiar estos estereotipos y la norma patriarcal. Quiere hacer de su cuerpo y sus deseos otra cosa diferente a lo impuesto: “No se fatiguen, esperen en el Señor, que lo que ahora tienen en deseos Su Majestad hará que lleguen a tenerlos por obra” (V 31,18).


Teresa nos enseña que la magnitud de humanidad lograda por cada persona, se corresponde directamente a la medida, hondura y valor de los deseos que persigue. En ella, el objeto final de todas sus “inclinaciones” o de todos sus “deseos” fue Dios mismo, quien desde el interior la invitó, apremió y acosó de tal manera que, nunca más pudo encontrar reposo hasta el encuentro definitivo con Él: “Mueve un deseo sabroso de gozar el alma de Él (Esposo)” (6M 2,8).



[1]        Cfr Juan Luis Astigarraga, con colaboración de Agustí Borrell. “Concordancias de los escritos de Santa Teresa de Jesús”. Volumen I. Editoriales O.C.D. Roma 2000. Páginas 762, 753 y 768 respectivamente.

[2]        Cfr. Ana Gimeno-Bayón. “Comprendiendo cómo somos. Dimensiones de la personalidad” Editorial Desclée De Brouwer. 4° Edición. Bilbao 1999, pág. 95.

[3]      Estos textos no se prestan ya a ser interpretados como negativos o malos a priori y mucho menos desde el punto de vista de la mujer. La importancia del deseo y de la sensorialidad humana en el desarrollo de la ética que acompaña al aprendizaje de las relaciones y de la adaptación a la realidad, como muestra la sicología, apoya su positividad radical y primigenia. Sin el deseo y sin el desarrollo de la sensorialidad corporal no existe humanización”. De Mercedes Navarro Puerto en “CUERPOS DE MUJERES EN LA BIBLIA, cuerpos invisibles, cuerpos necesarios”. Colección Biblia Mujer, Exégesis y Psicología. Primera Edición, Enero 2002 con el permiso de la Editorial Verbo Divino de España. Pág. 16

 

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Comentarios: 2
  • #1

    Claudia (sábado, 21 mayo 2011 15:35)

    "Teresa de Jesús recupera su cuerpo como lugar soteriológico" también la posibildiad de la corporalidad como Imagen de Dios, por toda su posibilidad de relacionalidad que semeja la inmanencia de Dios profundamente comunicante, vinculante y relacional.

  • #2

    Nancy Olaya Monsalve (jueves, 26 mayo 2011 09:35)

    Exactamente Claudi, y por ello el cuerpo femenino es una metáfora legítima, benéfica y digna de la divinidad y al mismo tiempo del poder de las mujeres, del cuerpo de las mujeres y de la capacidad moral de las mujeres.

    Las antiguas tradiciones mediterráneas, europeas pre-cristianas, indígenas norteamericanas, mesoamericanas, hindúes, africanas y muchas otras, son fuentes riquísimas para desarrollar nuevos lenguajes sobre Dios/a.